CAUTIVADO POR LA LUZ



Su trabajo como director de fotografía lo llevó a una constante experimentación del fenómeno de la luz dentro del cine. Fiel a la sencillez y belleza de la luz natural, otorgó una magnífica fotografía a gran parte de la obra de Ingmar Bergman, logrando juntos un estilo único. También llegó a colaborar con directores como Andrei Tarkovski, Roman Polanski y Woody Allen, entre otros.


La luz es una parte integral de la historia[1], decía con acierto Sven Nykvist. Tan importante como el guión, las actuaciones y la misma dirección, la luz es la encargada de lograr ese ambiente visual que evoca sensaciones y emociones que conectan al espectador con el cine. Ese sueño de luces y sombras, de proyección y reconocimiento.


Sven Nykvist nació el 3 de diciembre de 1922 en Moheda, Suecia, y desde temprana edad empieza a relacionarse con la fotografía, cuando su tía le regale su primera cámara. A los 16 años, un gran interés por los deportes lo llevó a comprar una cámara de 8mm para filmar a los atletas y así, estudiar una técnica nueva de salto. Una experiencia que lo acerca definitivamente al mundo del cine, pese a la oposición de sus padres - que consideraban las películas como algo pecaminoso-. De todas formas, la calidad de sus fotografías lo ayudaron a conseguir un cupo en la escuela de fotografía de Estocolmo. Periodo que Sven Nykvist recuerda como decisivo: “una vez en la ciudad, tuve la libertad necesaria para ir al cine todas las noches y tan pronto como conseguí mi primer trabajo como ayudante de cámara, decidí que quería ser director de fotografía[2].

Pero es con las obras cinematográficas de su compatriota Ingmar Bergman, donde desarrollará gran parte de su talento. Hacia 1950 comienza una larga relación de trabajo conjunto y pasión por la luz, que los llevará a realizar películas como El manantial de la doncella (1959), Como en un espejo(1960), Los comulgantes(1962), El silencio (1962), Persona (1966), La hora del Lobo (1966), Pasión (1968), o las ganadoras del Oscar a la mejor fotografía: Gritos y susurros(1973) y Fanny y Alexander (1982).










Profundamente fascinados por la luz, Bergman y Nykvist, lograron entender la importancia que la iluminación podía tener en la visualidad del cine, en cómo el espectador percibe y reacciona ante las imágenes de la pantalla. Entender las sutiles diferencias de la luz, es un hallazgo capaz de crear en la imagen cinematográfica la más adecuada dimensión visual-sensorial: la luz amable, ensoñadora, viva, muerta, violenta, oscura, pálida, etc. Al respecto, Nykvist sostenía que “a medida que trabajaba con Ingmar, fui aprendiendo a expresar el guión con la luz y hacer que reflejara los matices del drama. La luz se transformó en una pasión y desde entonces ha dominado toda mi vida[3].

La escasa luz de Suecia era estudiada meticulosamente por Bergman y Nykvist para la preparación de cada película y cómo se aplicaría a la historia que se contara. Podían pasar todo el día, e incluso meses, midiéndola y observándola, llegando a determinar las horas exactas en que se podía encontrar la luz adecuada. Y como escribiera el propio Nykvist, es “en ese momento cuando llegamos a la conclusión de que la iluminación artificial de los estudios estaba muy equivocada, que no tenía lógica. La luz lógica, en contraposición, era la que parecía real, y ese punto de vista se transformó en una obsesión compartida[4].


De ahí, la característica principal de la fotografía de Nykvist por una iluminación natural y sencilla, evitando la luz directa y optando por una luz rebotada y sutil. Poco técnico en su trabajo, no medía los claros ni las sombras; prefería guiarse por la intuición, la experiencia y sus sentimientos. Solo necesitaba de buenos objetivos –con los cuales utilizaba muy pocos filtros- y, por sobre todo, de una gran confianza en la sencillez.


Con Persona, pudo descubrir y explorar la fascinación que tenía por los rostros. Dado que se trata de una película en que los planos medios casi no existen y, se viaja de planos amplios a primeros planos; una historia en que las identidades de sus protagonistas van confundiéndose hasta la fusión de sus rostros en la pantalla; compleja, pero fascinante en su belleza sublime, permitió el desarrollo de una perfecta y adecuada fotografía que le otorgó a Nykvist el apodo de “dos rostros y una taza de té”, en su intento por capturar la luz de los ojos, como verdadero espejo del alma.




La transición hacia el color significó un desafío para Nykvist cuando realizaba junto a Bergman Pasión. Era algo totalmente nuevo, pero que supo superar prontamente cuando aprendió a matizar el color en el laboratorio. Un ejemplo notable, es el trabajo que desarrolló años más tarde en El Sacrificio (1986) del director ruso Andrei Tarkovski, donde quitaron el rojo y el azul, lo cual dio como resultado un tono “monocolor”, que calzó perfectamente con la esencia de la película.

Su trabajo con directores tan diversos como Roman Polanski – The Tenant (1976), Bob Rafelson –The postman always rings twice (1981)- y Woody Allen –Another Woman (1988) y Crimes and Misdemeanors (1989)-, entre otros, le permitió a Nykvist poder cambiar de estilo en cada película. Diversa fotografía que, sin embrago, mantiene su sello particular por una iluminación sencilla, creadora de ambientes y sensaciones.

Pero Nykvist no sólo se dedicó al cine, sino que también estuvo ligado al mundo de la publicidad. Es curioso, pues fue este tipo de trabajo que lo trajo a Chile a comienzos de la década de los noventas. Siguiendo un estilo de bajo perfil, se dedicó únicamente a grabar el comercial en las calles del centro de Santiago y sólo dio un par de entrevistas. Tal como lo recuerda el periodista Daniel Olave en su blog: “La productora que lo trajo no quiso hacer publicidad, sólo le contó a la revista Enfoque para que lo entrevistara”. Extrañamente, esa revista no publicó el artículo. Algo raro para tan notable visita, pero que, afortunadamente, aún queda ese registro en los archivos del diario La Nación.


La larga y exitosa carrera de Sven Nykvist ha sido resumida por èl mismo en una serie de principios: ser fiel al guión, ser leal al director, ser capaz de adaptarse y cambiar de estilo, aprender sencillez y dirigir, al menos, un largometraje propio[5] - en su caso, The Vine Bridge (1965) y The Ox (1991)-

Hacia sus últimos años de vida, Nykvist, se vio afectado por una afasia que lo alejó del cine. El 20 de septiembre de 2006, muere en Estocolmo a los 83 años. Sin duda, uno de los más importante directores de fotografía en la historia del cine, que logró crear las más bellas imágenes, llenas de sensaciones y emociones; una poesía visual que llevase a la esencia misma del arte cinematográfico.

PERSONA (1966), Ingmar Bergman


EL SACRIFICIO (1986). Andrei Tarkovski


[1]Ettedgui, Peter [trad. López Bisiach, Guillermo]. DIRECTORES DE FOTOGRAFÍA. Océano, Barcelona. 1999. Pág. 38.

[2] Op. Cit. Pág. 37

[3] Op. Cit. Pág. 38

[4] Op. Cit. Pág. 41

[5] Op. Cit. Pág. 47

0 comentarios paradójicos:

Blogger Templates by Blog Forum